Proyectos culturales: Mariana Neto

Le planteamos a Mariana Neto, directora del jardín Brisas, una situación hipotética: aparece un mecenas ideal, afín desde todo punto de vista (político, ideológico, económico, etcétera), y te ofrece financiar un proyecto cultural que tengas en mente. ¿Qué proyecto sería? ¿Qué características tendría? ¿Cómo lo realizarías? Esto nos contestó:

 

Me llega esta pregunta en un año en el que toma gran fuerza la idea de continuar, más allá del nivel maternal e inicial, un proyecto educativo. Una idea que se fue tejiendo entre familias y docentes, entrelazando cientos de manos dispuestas a colaborar. Se trata de la continuación de la propuesta educativa sanfernandina que desarrolla el jardín BRISAS y representa un deseo propio, de Juan, mi compañero de vida y, al mismo tiempo el deseo de toda una comunidad de familias y niños/as, maestros/as, artistas… que forman parte participativa y comprometida del jardín.

Nuestro proyecto educativo encuentra entre los principios más valorados, el desarrollar ideas con creatividad, el aprendizaje a través del arte y el juego, el diálogo entre la pedagogía y los lenguajes expresivos, la cooperación, la investigación y la experimentación. Todos valores que van en sentido contrario a los enfoques pedagógicos tradicionales.

Le otorgamos gran importancia al espacio, procurando que sea bello, que tenga huellas de identidad de sus habitantes y que “hable” de lo que ahí sucede.

Construimos en equipo contextos de aprendizaje pensados para que los niños/as mantengan la curiosidad, la libertad y el interés.

Trabajamos con pequeños grupos de niños/as, acompañados de maestros/as que interactúan y se potencian cómo parejas pedagógicas.

Documentamos las experiencias para reflexionar sobre ellas y hacerlas públicas, pero sobre todo para que tengan sentido para los actores involucrados en ellas. La documentación es una herramienta fundamental para dar visibilidad a lo que acontece en el jardín y promover la participación de la comunidad.

Consideramos a la educación un bien público y desde una visión socio-constructivista del aprendizaje, desplegamos nuestros proyectos: “El juego en la calle, 2017”, “El movimiento del cuerpo o el cuerpo en movimiento, 2016”, “El jardín cumpleaños, 2015 “La plaza San Martín con ojos de niños, 2014”, “Emociones y sensaciones, 2013”.

Durante estos años hemos llevado a cabo un trabajo de investigación sobre las diferentes potencialidades de los niños/as, sus cualidades expresivas, su capacidad de conectarse sensorialmente con el mundo. Con respecto a las/los maestras/os, trabajamos sobre las ideas que cada maestra trae consigo, las experiencias realizadas, las dudas que el enfoque pedagógico genera y en el cómo documentar; un proceso muy complejo y de un trabajo arduo y comprometido, que aún está en desarrollo. Se trata sobre todo de un trabajo en equipo en el que es preciso estar dispuesto a aceptar la incertidumbre, la incomprensión o la crítica, las diversas interpretaciones y la diversidad de puntos de vista.

Personalmente, trabajar en el jardín ha sido una manera de crecer profesionalmente y de aprender al lado de los otros: niños/as y adultos/as, haciendo visible la imagen de un niño/a co-constructor de aprendizaje y cultura, un niño/a fuerte, potente, capaz, entusiasta, sociable, que disfruta de la vida y de la relación con los otros, y junto a esta imagen de infancia caminamos hacia la figura de un maestro/a potente y capaz de provocar ambientes solidarios con esa imagen de niño/a, espacios que le permitan investigar, jugar, estar en movimiento y expresarse.

La luz, la sombra, la cualidad de los materiales, los sonidos, aromas, colores…se articulan en paisajes que habitan los/as niños/as. Allí danzan, corren, exploran.

Al momento de egresar del jardín, los niños y sus familias encuentran propuestas educativas con enfoques pedagógicos más tradicionales: grupos numerosos con una sola docente, actividades sucesivas que incluyen ocasionalmente trabajos “grafo plásticos”, rutinas estandarizadas, propuestas que en ocasiones no cobran sentido para la vida del niño sino, al decir de Perrenoud, para “el oficio de ser alumno” .

Las primarias que nos rodean nos informan que nuestros egresados son algo problemáticos, dado que pretenden moverse con libertad en espacios rígidos y poco permeables al cambio. Nos dicen que tienen dificultades para hacer silencio y esperar. Nos dicen que los preparemos para la primaria, que les enseñemos a “usar la regla para subrayar”, “que puedan permanecer mucho tiempo escuchando”, “que aprendan a escribir la fecha a la izquierda de un cuaderno”, “que coloreen para no pasarse de la raya”. Nos proponen prepararlos para el futuro y para conocer un mundo que ya existe, que inventaron otros y al cual se tienen que adaptar. Un paradigma opuesto a las ideas que abrazamos y que impide toda articulación posible, ya que nos proponemos acompañar a los niños/as fundamentalmente en el desarrollo de sus capacidades y talentos. En todo caso los “preparamos” para que se hagan preguntas más que para dar respuestas, para ser autónomos, para tener iniciativa, para trabajar colaborativamente, para ser empáticos y para expresarse de todas las formas posibles.

Desarrollar la primaria desde otro enfoque, en una época tan inestable nos provoca temor e inseguridad, pero gana la fuerza del deseo compartido y la intención de ampliar la idea de una escuela que sea un espacio de emancipación, que se proponga como lugar de construcción de cultura y democracia.

Necesitamos un lugar real donde la fuerza de lo simbólico sea posible.