Les dejamos una entrevista que Mora Cordeu le hizo a María Rosa Lojo, acerca de esa novela disruptiva que es Todos éramos hijos.

«Yo habí­a empezado este proceso de la recuperación de la historia propia, no solo colectiva, con la novela Arbol de familia«, que se apoya en lo personal pero se proyecta sobre muchas otras familias que han tenido problemas y diásporas similares», dijo a Télam la autora de La pasión de los nómadesLa princesa federalUna mujer de fin de sigloLas libres del Sur y Finisterre.
 
Con Todos éramos hijos pasa algo similar, «yo me crié en la misma zona (en el ámbito bonaerense) en la que transcurre el libro, viví­ las experiencias de alumna de un colegio religioso impregnada por la Teologí­a de la Liberación, la iglesia del Tercer Mundo, y por supuesto todos los alumnos estábamos al tanto de los cambios, que eran visibles y se imponí­an en la vida cotidiana».
 
«Una etapa que me tocó de primera mano y que tuvo un significado especial porque coincidió con mi propia adolescencia y los cambios se potenciaron de manera exponencial; una época de apuestas existenciales y definición de la identidad, esto se volvió más dramático, más difí­cil y más complejo por un tiempo aceleradí­simo», remarcó Lojo.
 
Y mencionó: «La Argentina volví­a a la vida polí­tica; la Iglesia hizo un giro de 180 grados en su concepción de la propiedad, de la pobreza, de los deberes de los cristianos, y parecí­a avizorarse una etapa promisoria después de años de proscripción del peronismo y restricción de las libertades polí­ticas; muchas expectativas se abrí­an para los jóvenes, que incluso esperaban votar».
 
La obra de Miller -que da tí­tulo a la novela- es un disparador, porque tiene mucho que ver con lo que les pasa a todos estos jóvenes. «Es una obra sobre la responsabilidad de la sociedad, sobre el filicidio, el sacrificio del hijo que está en el fundamento religioso de nuestra cultura judeocristiana con muchas significaciones simbólicas y en la vida cotidiana».
 
Las tensiones entre hijos y padres siempre se dan, «pero entonces tomaron dimensiones dramáticas y trágicas. Chicos que acusaban a sus padres de haberles hecho mal el mundo, equivocado, injusto, desigual o de permitir que siguiera igual. Hay padres indignados con sus hijos que no entienden, hay un sufrimiento de ambos, son todos sufrientes».
 
El cambio de clima se opera con mucha rapidez, «como que no hay espacio para procesar lo que pasa. La protagonista, Frick, «se veí­a de pie, indecisa en el portal hacia otro mundo…….pronto empezarí­an a caer las piedras en el pozo cristalino»», lee Lojo de la novela, recién publicada por Sudamericana.
 
«Los dos primeros actos (no capí­tulos), y lo digo deliberadamente porque la novela es muy teatral, Frick es una colegiala aunque el personaje tiene la posibilidad de desdoblarse en una mujer mayor que se mira a ella misma de joven: puede mirar la historia desde el plano del pasado cuando transcurren los hechos y desde el plano del presente en el que se da la rememoración.
 
«En la trama todo emerge a borbotones -describió-, hay hechos dramáticos y las personas viven inmersas en la violencia sin tomar conciencia de la dimensión que esta adquiere y los cambios que se producen a una velocidad incontrolable marcan los ritmos narrativos de la novela.

En esos años ocurre de todo: «El regreso de la democracia, la vuelta de Perón, la masacre de Ezeiza, la fractura del peronismo, y los jóvenes toman diferentes caminos, muchos optan por el trabajo social y polí­tico y se lanzan a la militancia con el deseo de hacer una revolución», apuntó.  
 
«Me llevo mucho tiempo escribir, ya en 2010 pensaba en este libro, pero estaba tan relacionado con hechos traumáticos de mi adolescencia y juventud que hubo que decantar -reflexionó Lojo-. En el caso de Frick su padre actúa de freno, ve las cosas desde otra perspectiva porque estuvo en la Guerra Civil española, ha sido republicano y tiene una visión bastante crí­tica sobre Perón».
 
¿Por qué una obra de teatro en el final? «Salió en un sueño, esa obra viene de lo más profundo de mi, no era algo que estaba pensado originalmente. Al principio la novela se situaba en la época del colegio, ni siquiera pensaba llegar a la facultad, pero iba a quedar un hueco muy importante, sentí­ que tení­a que ver el circuito completo desde el presente. Por eso el diálogo con los muertos».
 
«Muchos jóvenes se quedaron en el camino y cuando uno es grande recién tiene la perspectiva de esos años, de los agujeros negros. Fue reparador escribir la novela y espero que lo sea para los lectores», deslizó Lojo, doctora en Letras por la UBA e investigadora del Conicet. 
 
Según la escritora fue su libro más difícil: «Creo que me dejó una comprensión más completa, más afinada, mas trabajada de mi misma y de mi generación; pude integrar esa experiencia traumática del pasado e incorporarla a mi vida actual».
 
«En esta novela los grandes protagonistas son los hijos, todos se enfrentan al padre y buscan hacer el mundo de nuevo y mejor. Todos hemos sido hijos, hemos juzgado a nuestros padres, como nuestros hijos nos juzgan a nosotros», remató.

Lojo foto

Para acceder al original publicado en TELAM el 15/8/14, pasen por acá.